viernes, 17 de febrero de 2012

jueves, 16 de febrero de 2012

PARA PENSAR

Unai y Aitana quieren que leáis este fragmento del artículo "Lo que quiero ahora" de Ángeles Caso para que penséis sobre este tema tan importante. Si queréis dejarnos vuestros pensamientos, nos encantará compartirlos:

"...en este momento de mi vida ya no quiero casi nada. Tan solo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos.
Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asome la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila..."


¿Qué es lo que tú quieres ahora?
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domingo, 12 de febrero de 2012

Unos cuentos-regalo para mis alumnos de 1º

TODOS TIENEN UN MENSAJE, pensad y aprended.

1. TODO ESTÁ EN NUESTRA MANOS
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2. ¡FELIZ S. VLENTÍN!
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3. UNA MUY BUENA LECCIÓN
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4. ¿POR QUÉ DARÁN MIEDO ALGUNAS MUÑECAS? Una obra maestra de Rodrigo Blaas
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5. HAY VECES QUE NADA SALE COMO ESPERAMOS. Lo importante es no desesperar.
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martes, 7 de febrero de 2012

La ola de frío asola Europa.

Esta vez Rodrigo y Laura son quienes nos hacen temblar de frío y pena por sus protagonistas. La verdad es que la vida puede dar duros gopes.


FRÍA REALIDAD
Rodrigo Plaza Serrano
Allí pasé mis últimos momentos de vida, acurrucado del frío en el hueco de la escalera de ese viejo, mugriento y destartalado portal. El castañear de mis dientes rompía el silencio sepulcral de una noche invernal madrileña. El inaguantable frío penetraba en mis huesos sin piedad y, hubo un momento en el que decidí dejarme llevar por ese mortal y último sueño. El cómo llegué a la indigencia... supongo que por un macabro capricho de la vida... un día lo tienes todo y al día siguiente estás en la calle sin ningún sitio donde refugiarte y nada que llevarte a la boca.
Hace siete años lo tenía todo a mi alcance, amasaba una gran fortuna en el sector de la construcción, siendo promotor. Era muy difícil resistirse a un gran chorro de dinero que entraba a espuertas, daban igual los estudios que hubiera cursado, los anteriores trabajos que hubiera tenido; en aquel entonces, si querías dinero rápido y fácil debías apuntarte al que parecía el negocio del siglo.
 En esa espiral de dinero, deudas y corrupción en la que me hallaba envuelto nadie se esperaba lo que podía ocurrir. La burbuja inmobiliaria explotó y de tener todo tipo de lujos en la palma de mi mano, lo perdí todo, y al año siguiente me encontraba  comido por las deudas y apunto de ser desahuciado.
Los acontecimientos se desarrollaron según lo esperado y terminé mendigando. Ningún compañero de negocios se acordó de que existía solamente eran eso, compañeros de negocios.
Aprendí a vivir entre la pobreza más absoluta, conocí a otros mendigos y sus historias, gente a la que yo antes de estar en su situación despreciaba. Descubrí lo injusto del mundo, y que lo que poseemos es efímero como un suspiro. Creía que el dinero lo podía sustituir todo, el amor de algún ser querido, tener una familia, las amistades... y finalmente  me quedé solo y pobre.
Nadie me contrataba, con el aspecto externo que tenía nadie quería saber nada de mi, y menos en los tiempos de crisis. Mi única forma de subsistencia eran las diferentes organizaciones que ofrecían ayuda a quienes lo necesitaban. Cuando la crisis se acentuó estas ONGs comenzaron a cerrar, debido a los recortes y las pocas que quedaron estaban colapsadas con tanta gente sin recursos. Las mafias de la mendicidad tampoco ayudaban, sino que daban lugar a enfrentamientos entre mendigos por el control de una determinada zona o calle.
Aquella semana, la primera de Febrero, leyendo los periódicos viejos que los ciudadanos dejaban en los bancos de las plazas, me enteré de que el tiempo iba a empeorar y que se iban a desplomar las temperaturas. Para una persona con su casa eso es simplemente un inconveniente, para una persona que no tiene hogar eso puede ser una sentencia de muerte.
Decidí pasar esos días a resguardo en un viejo bloque de pisos cuyo portal estaba siempre abierto. Ese bloque estaba abandonado, por lo que no corría el riesgo de que llamaran a la policía. Cuando llegó la noche me di cuenta de la crudeza del tiempo, la puerta estaba entreabierta y yo estaba en el hueco de la escalera por lo que el frío me daba de lleno. Las horas se me hacían eternas y empezaba a dejar de sentir las manos y las orejas, las cuales estaban amoratadas por las bajas temperaturas. Pasé como pude unas horas, después me abandone al sueño mortal del frío.
Morí. Quizás en los periódicos no lo nombren, quizás digan que un mendigo más de los tantos que rondan por las calles de Madrid murió de hipotermia, puede incluso que digan que era alcohólico  y den ésta como la causa de mi muerte. Pero, lo que no harán es contar mi historia.


EL ÚLTIMO ADIOS
Laura Cano



Ya no siento el frío, supongo que es lo que tiene el acostumbrarse, aunque en este caso, lo agradezco. Despierto por la mañana, y siento escalofríos. Me levanto y ando por la calle, al principio sin dirección alguna y paso por enfrente de un espejo en el que jóvenes y mayores se miran unos admirando lo bien que se ven, y otros vemos los efectos del paso del tiempo. En el espejo apenas reconozco esa figura de aspecto envejecido, que porta un carcomido abrigo gris, y un gorro, mis guantes están rotos y mis manos, frías y rojas. Tan solo parece un sueño lo que un día fue. Tiendas como Gucci, Channel, Dior o Dolce & Gabanna  exhiben los restos de las colecciones de invierno por la nueva oleada de frío siberiana. Y pensar que en otro tiempo yo compraba guantes de piel de colores y los restos de una colección de semejante marca me parecían rastrojo.
Las horas pasan lentamente y el viento hace que se me congele la nariz. El agua helada del suelo se me cuela por los zapatos y echo en falta lo que un día fue mi chimenea de marfil en la que ardía madera de haya recién importada de América. Son apenas las once de la mañana, y estoy en la cola del refugio de los sin techo, un lugar que antes me parecía detestable y que ahora se me hacen cortas las tres horas  que paso allí. Nos dan un plato caliente de gachas que me recuerda al ejército en campaña de misión después nos dan un café y nos vamos. He hecho algunos amigos, Roney ha vivido en la calle desde antes que naciera, Luca es un italiano con una deficiencia mental, y Marshall se escapó de la cárcel. Puede parecer que nos juntamos lo más variopinto de la ciudad, pero ellos son geniales. Por la tarde vamos todos juntos al rincón de Marshall, un edificio de cinco plantas abandonado en  Sta Cathaline Street que dentro de poco derribarán por una plaga de ratas. Cuando llegan las ocho nos vamos a buscar un hueco donde dormir esa noche, yo duermo por el Bronce, uno de los barrios bajos más famosos del mundo donde cuando vas por la calle te encuentras con todo tipo de cosas... La noche es fría, de vez en cuando consigo encontrar alguna botella con restos de ron, whisky o un símil. Que bueno, ayuda a olvidar las penas durante un rato y a conciliar el sueño ya que los ruidos que no me dejan dormir han sustituido las noches silenciosas en aquella cama de dos metros con vistas a Wall Street.
Supongo que os preguntaréis como he llegado a este punto pues bien, os lo contaré: Todo empezó cuando yo era corredor de bolsa en Miami. Mi vida era lo más lujosa que se pueda imaginar; estuve en los hoteles más lujosos del mundo, salí con muchas famosas y conocí mucha gente interesante. Pero después, todo cambió inesperadamente. Invertimos mucho dinero en empresas que después quebraron; pero lo peor llegó con algunas estafas que realizamos y que salieron mal...nos querían llevar a la cárcel pero el miedo a padecer tal experiencia hizo que con todos nuestros bienes pagáramos las fianzas y finalmente nos quedamos en la calle. Nunca he vuelto a saber de nadie de aquellos años, y a la que por aquel entonces era mi familia la perdí y me quedé solo con mis cinco dólares restantes de toda aquella experiencia. Si pudiera, volvería a atrás y no cometería los errores que han supuesto mi perdición y me han traído hasta aquí, pero el tiempo nunca retrocede. Ahora nada ha vuelto a ser igual, he aprendido a valorar otras cosas, como la amistad, la familia o el amor, estas son cosas que a un magnate de los negocios le parecen poco importantes, ínfimas pero son de las únicas cosas que quedan cuando el dinero se va. Me hubiera gustado poder tener una segunda oportunidad, pero, ya que a mí es difícil ayudarme en esta situación, por lo menos sí pediría una oportunidad para aquellos que han caído en este mundo demasiado pronto y del cual quizás no puedan salir. Ahora con las manos frías y coloradas, el rostro blanco, el frío en los huesos, el sombrero roto y un último pensamiento de esperanza para este mundo, me despido, diciendo el último adiós.


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Regresamos con un naufragio

Ha pasado demasiado tiempo y queremos retomar nuestra aventura, para empezar Patricia y Laura  quieren ofrecernos su recreación de lo angustioso que debió ser el accidente del barco que naufragó en Italia.


ERA UNA NOCHE TRANQUILA…

Patricia Blanco Ongil

Era viernes 13 de enero. Hacia unas horas que había anochecido, era noche cerrada. Todo parecía tranquilo. Mi novio, Lucas, y yo nos disponíamos a dar un paseo por la cubierta antes de ir a cenar. No había nubes, estaba el cielo muy despejado. El aire era suave, rozando agradablemente nuestras mejillas. Nadie pensaba que en poco tiempo algo horrendo iba a ocurrir. El barco se aproximaba a la isla de Giglio. Se podía ver al horizonte a poca distancia de la que nos encontrábamos. Serían las nueve de la noche cuando dejamos la cubierta para ir a cenar. Llegamos al bufet y nos servimos. Nos sentamos en una mesa no muy lejos de la puerta, pero sí pegada a la ventana desde la cual veíamos la isla de Giglio cada vez más cerca de nosotros. Estábamos comiendo cuando las luces se apagaron. Al principio yo pensé que había sido un simple apagón, pero después de lo que vivimos a continuación, esta conclusión cambió mis pensamientos. Las luces seguían apagadas y había muchos niños llorando porque tenían miedo ante la situación de tanta oscuridad presente. Algunos tripulantes del barco aparecieron con muchas linternas para decirnos que solo había sido un apagón, que pronto lo solucionarían y que mantuviéramos la calma, que no había de que preocuparse. Ante esta comunicación todo el mundo empezó a tranquilizarse. Las luces volvieron y todo el mundo hizo como si no hubiera sucedido nada, pero en el fondo todos estaban preocupados por si nos habían engañado y en realidad sí había sucedido algo importante. Pero aún así todos seguimos con la cena, charlando plácidamente.
 Terminamos de cenar, íbamos a irnos al camarote a descansar y de repente me dio un pequeño mareo. Así volvimos otra vez a la cubierta. Estábamos fuera y me senté en unos de los bancos que había. Me quedé mirando al horizonte cuando un golpe nos zarandeó hasta hacernos caer al suelo. Nos levantamos del suelo tan rápido como nos fue posible. Otra vez hubo gritos de confusión entre la gente que había cerca de nosotros. Pero todos se callaron al oír la voz del capitán por megafonía. Lo único que dijo fue: “Queridos turistas, estén tranquilos, no ha pasado nada, solo ha sido un golpe brusco al detener el barco, mantengan la calma y por seguridad pónganse los chalecos salvavidas que encontraran en sus respectivos camarotes, sitúense cerca de la superficie por si hubiera que evacuar el barco. Eso es todo, ya les iremos informando de lo que vaya sucediendo”. Ante este mensaje se generó mucha inquietud en el barco. Casi todo el barco estaba corriendo a sus habitaciones a por los chalecos salvavidas. Lucas y yo llegamos al camarote, cogimos los chalecos y siguiendo las órdenes del capitán subimos otra vez a cubierta, para estar cerca de la superficie, por si hubiera mucha gente por los pasillos y nos imposibilitaran la salida al exterior. Hubo gente que tenía tanto miedo que se encerró en sus habitaciones y allí estuvieron cuando sucedió todo. Volvimos a escuchar al capitán por megafonía. Pero esta vez su voz estaba quebrada. Se notaba cierta preocupación en su voz. Nos dijo: “Sentimos informarles de que hemos chocado contra una roca que desafortunadamente no aparecía en nuestros mapas. Esto ha provocado la abertura de una grieta bastante amplia en un lateral del barco. El agua acaba de empezar a inundar las plantas menores. Les pido que vayan yendo a los botes salvavidas manteniendo la calma en todo momento”. Tras estas palabras todo el mundo se lanzó a los botes. Otros se lanzaron al agua. Lucas y yo nos sentamos en un bote. Este empezó a descender al nivel del mar. Al rozar el agua, una mujer se lanzó desde la parte superior del barco y nos golpeó a todos los que estábamos en ese bote. Al caer la mujer me dio un golpe en el costado y caí al agua. Solo oía gritos de personas desesperadas que se arrojaban por la borda. En ese instante escuché la voz de Lucas que me llamaba. Justo nada más oírle mis ojos se cerraron sumiendo en un profundo sueño. Desde ese momento no recuerdo nada, ya que perdí el conocimiento, hasta que me desperté en el hospital. A mi lado estaba Lucas observándome, puesto que habían pasado dos días desde que me hospitalizaron. Me contó todo lo que había pasado desde que me recogieron del agua. Al llegar a la orilla de la isla no podía respirar y mi pulso era muy débil. Me llevaron al hospital y allí me reanimaron. Ahora mismo me encuentro todavía hospitalizada en el hospital. El pulso de mi corazón sigue bastante frágil y el golpe que me produjo la mujer me ha fracturado un par de costillas. Pero no es nada serio. En un par de días me darán el alta médica.


NO ME DIGAS ADIOS
Laura Cano

Era la primera vez que iba a algo así, mi economía no se permitía este tipo de cosas,  y a los tres nos hacía mucha ilusión ir a ese crucero por Italia que nos había tocado en un sorteo. Mi madre decía que estas cosas por un lado traen suerte y por otro no así que ella auguraba una especie de cataclismo...Me reía de solo pensarlo...El transatlántico en el que íbamos era muy lujoso, tenía un gran salón, con un bonito piano y música en directo por las noches,pero mi corazón se sentía solo. Pero permitidme que me presente, mi nombre es John y soy de esos a los que la vida trata bien a ratos. Todo transcurría normal, las noches temáticas habían sido entretenidas yo ya había aprendido a jugar al billar. Pero una noche el destino decidió portarse bien conmigo y me permitió reencontrarme con  Amanda. Todo ocurrió en la noche temática ibicenca, su  vestido blanco de bordados ingleses contrastaba conn su melena pelirroja, una sandalias romanas dejaban al descubierto su tatuaje en el tobillo y una flor azul hacía juego con sus ojos. La invité a una copa, la conversación era agradable y a los pocos días hubiera jurado que no nos habíamos separado. Para mí no era muy emocionante el reencuentro, estoy curado en cuanto a sensibilidades pero juraría que había algo especial entre ella y yo.
 Ya era la penúltima noche que nos quedaba , esa noche íbamos a pasar al lado de la isla de Capri. Aquella noche yo y Amanda tuvimos una fuerte discusión, porque yo, dicho de manera suave, no era excesivamente entregado y me distraigo con facilidad y ahí decidimos separarnos. La cena de aquella noche fue solitaria y la comida era demasiado exquisita para la ocasión pero el Martini seco no estaba del todo mal; la noche estrellada me hacía algo de compañía. Salí a la terraza, y di un paseo por la cubierta, donde un grupo de marineros comentaban algo sobre la isla y sobre el faro. De repente empezaron a lanzarse cohetes de colores que explotaban en el cielo y hacían de aquella noche algo más colorida de lo que ya estaba siendo. Les oí decir que uno de los marineros a bordo era de la isla y que iban a acercar algo más el barco a la orilla para saludar. A los pocos minutos se oyó un estruendo muy fuerte y el barco se paró lentamente mientras por debajo el mar lo abría por la mitad como ocurrió con el Titanic.
Un miembro del personal nos dijo que el barco se estaba hundiendo pero que no corriera el pánico, y como siempre en estas ocasiones ocurre lo contrario. El barco se empezó a ladear y se oía como se desplomaba aquel gran gigante, las plantas inferiores empezaban a hundirse y yo enseguida fui a buscar a Amanda , empezaron a surgir explosiones y el barco cada vez se hundía más, de repente reconocí a lo lejos un chaqueta de color rosa palo que estaba cerca de una pared, en efecto era Amanda que estaba sentada en el suelo cubierto por el agua, despertó a los pocos segundos y salió de allí corriendo. En seguida fuimos a buscar su móvil que se había quedado en el bar, yo dejé que entrara a por él y cuando salía  una explosión producida por el alcohol del bar acabó con su vida, era el cuerpo de Amanda el que estaba allí tirado en el suelo, la cara no era reconocible, pero aquella era su ropa, y el tatuaje en el tobillo hizo que no me quedara duda. Apesar de que yo quería quedarme y despedirme de ella salí a la cubierta donde el personal aseguraba que todo estaba bajo control mientras el capitán del barco abandonaba y huía en una balsa que se veía a lo lejos. Después yo y algunas personas más intentamos coger un bote pero la inclinación del barco nos lo impedía.
Finalmente tuvimos que coger un chaleco y nos lanzamos al agua, nadé hacia la orilla; me fatigaba y tenía que parar pero cuando un barco se hunde te absorve y dos horas más tarde llegé a la arena de la orilla. Estuve varias horas mirando las estrellas tendido en la arena, sin decir nada, ni una palabra, mi cara continuaba igual que la luna de aquella noche y tan solo pensaba en todo lo que pude haberle dicho a Amanda, no me pude despedir de ella, no le dije lo que quería, no le dije que nunca le había dejado de querer, no pude oir su voz una vez más... La vida nos lleva y nos trae, por eso Amanda en tiendo que no me esperes, pero por favor no me digas adiós.


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martes, 22 de noviembre de 2011

Patricia recrea a dos heroínas de las que no hemos vuelto a saber

Patricia nos recuerda el secuestro de dos cooperantes que ocurrió hace unas semanas. Por cierto, es increíble lo pronto que se olvidan las cosas ¿habéis oído algo últimamente sobre su paradero? En fin, nosotros, desde aquí queremos seguir recordando a tantas y tantas personas como ellas que ofrecen su tiempo libre o, incluso, su vida por ayudar a los demás.
Hasta siempre
Patricia Blanco Ongil
Estaba oscureciendo y ya casi no se podía ver. El campo de refugiados empezó a llenarse de miles de luces de las velas de cada cabaña. Mi compañera y yo, Neus, pusimos fin a un duro día de trabajo. Estábamos muy cansadas, por lo que comimos algo y nos fuimos a nuestra cabaña. No era muy amplia, tenía lo necesario: dos camas con una mesilla cada una, un pequeño escritorio, un armario no muy grande y un baño al que se accedía por una puerta, en el cual había un váter y un lavabo con un pequeño espejo. Nada de aquí en el campo de refugiados de Kenia era muy lujoso. Antes de dormirme, me lavé. Cuando acabé Neus ya se había dormido. Iba a meterme en la cama, cuando de repente oí un ruido procedente del exterior. Era muy extraño, todos a estas horas estarían durmiendo. Decidí salir a investigar. Cogí una vela, me abrigué y salí fuera a ver qué pasaba. Estaba echando un vistazo por los alrededores y escuché un grito. Era Neus. Fui corriendo a ayudarla. Al entrar en la habitación no estaba. Me giré y encontré ante mí un hombre fornido, alto, de pelo castaño con los ojos marrones. Antes de darme cuenta, me agarró y me desmayé. A lo mejor me sedó, no sé. Pero desde que le vi, no recuerdo nada. Hasta que me desperté con los rayos del sol que se colaban por la ventana de un cobertizo. A mi lado hallé a Neus que estaba atemorizada. Al girarme vi dos hombres, uno el que me cogió. El otro, un hombre alto, fornido, de ojos verdes y pelo claro, seguramente fue el que trajo aquí a Neus, porque no vi a nadie más. El hombre de pelo castaño estuvo haciendo guardia fuera toda la noche, mientras el otro nos vigilaba, no sé por qué, si estábamos atadas. A la mañana siguiente nos dieron algo de comer nada más despertarnos. Por lo menos no moriríamos de hambre. Pasó una semana y Neus estaba cansada de nuestra situación, quería escaparse. Intenté convencerla de que era una locura, pero no quiso escucharme. Me preguntó que si la acompañaba y yo le dije que no. Durante toda esta semana había conseguido una cuchilla no sé cómo, así que se cortó las cuerdas y cuando los dos hombres no estaban en el cobertizo, salió a la selva en busca de ayuda. Antes de irse me dijo:”Volveré, no voy a dejarte en este sitio”. Estaba muy preocupada por ella, en estos diez meses que llevábamos cooperando con Médicos Sin Fronteras, nos habíamos hecho muy amigas. Me puse muy nerviosa solo de pensar que podría pasarle algo. Para relajarme intenté dormir. Pero los gritos de Neus me despertaron. Al instante aparecieron los dos hombres con Neus arrastras. Mi corazón empezó a latir muy deprisa, por miedo a lo que la pudieran hacer por su imprudencia. El hombre de ojos verdes empezó a pegarle en la cara y en el estómago. Mientras el otro me sujetaba la cabeza para que viera lo que le estaban haciendo a mi amiga. Cuando por fin creía que iban a dejarla en paz, comenzó a quitarle la ropa. Y la violó. Solo podía oír los gritos de dolor de Neus. Me sentía fatal al no poder hacer nada por ella. Por lo que les supliqué que parasen. Al fin paró. El otro me soltó y corrí a abrazarla. No podía moverse, por lo que la cogí entre mis brazos como pude y la acuné, hasta que abrió los ojos y me dijo:”Siento mucho no haberte hecho caso, perdóname”. Con un gesto tranquilizador, me sonrió y se durmió. Su cuerpo estaba hecho polvo. Su vida corría peligro. Al amanecer, me desperté y encontré a Neus muy grave a mi lado. Los dos hombres habían desaparecido, no quedaba ninguna de sus pertenencias. Entonces me arrodillé junto a Neus para darle la buena noticia. Casi no respiraba, por lo que la tomé el pulso. Era muy débil. No sabía qué hacer. Salí fuera a pedir ayuda. Estuve como una hora pidiendo auxilio, y no obtuve ninguna respuesta. Así que regresé junto a Neus. Se había despertado. La cogí entre mis brazos y me dijo:”Ha sido un placer conocerte, Elsa”. Tras estas palabras, la luz de sus ojos se apagó para siempre. Cerré sus párpados a la vez que mis ojos se llenaron de lágrimas. Estuve sosteniéndola entre mis brazos un largo rato, hasta que oí el ruido de un helicóptero. No me moví de donde estaba. Seguía obnubilada llorando desconsolada abrazando el cuerpo inerte de Neus. Lo único que recuerdo es que estaba en el helicóptero con el cadáver de Neus. El piloto nos llevó al campo de refugiados. Allí cogimos un avión que nos trajo de vuelta a Madrid. No me separé de ella hasta que estuvimos en el tanatorio. Solo vino su marido, Ricardo, con su hija, Sofía. Le conté lo que habíamos pasado y me agradeció que hubiera estado con ella en todo momento. Al día siguiente volamos hasta Barcelona, su ciudad natal, donde estaban sus familiares y donde seguro querría ser enterrada. En su lápida hay escrito:” Te recordaremos por siempre, como la gran heroína que fuiste. Tu marido, tu hija, tus familiares y amigos no te olvidarán jamás”. Al acabar el funeral, Ricardo me pidió que le echara una mano con Sofía durante una temporada. Yo acepté encantada. Tenía que ayudarles. No podía hacer otra cosa. Al final me trasladé a Barcelona a vivir con mi novio. Ahora mismo estoy en el hospital. Acabo de tener una niña preciosa a la que le he puesto de nombre Neus.



                                                         
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jueves, 10 de noviembre de 2011

DOS BUENAS NOTICIAS PARA RESPIRAR UN POCO

Necesitamos respirar un poco y creer que hay cosas buenas que ocurren a nuestro alrededor. Hace unos días los alumnos de 1º me decían: "Profe, los cuentos que estamos escribiendo son terribles ¿es qué no pasa nada bueno en el muno?" Buscando, buscando hoy he descubierto estas dos noticias que nos pueden dar pie para escribir cuentos que nos hagan confiar un poco más en la Humanidad.
Os dejo los enlaces para que las podáis leer e inspiraros.
http://www.larioja.com/v/20111110/espana/parada-tres-hijos-halla-20111110.html
http://www.eldiario24.com/nota/237436/video-dan-por-muerto-a-bebe-prematuro-y-lo-tiran-a-la-basura.html
También os añado otra noticia difundida hoy que nos habla de la lucha heroica de Jorge, un padre argentino, que ha estado durante 7años inventando sistemas que pudieran hacer que su hijo, Ivo, paralítico cerebral de nacimiento, pudiera andar. ¡Lo ha conseguido!
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