martes, 22 de noviembre de 2011

Patricia recrea a dos heroínas de las que no hemos vuelto a saber

Patricia nos recuerda el secuestro de dos cooperantes que ocurrió hace unas semanas. Por cierto, es increíble lo pronto que se olvidan las cosas ¿habéis oído algo últimamente sobre su paradero? En fin, nosotros, desde aquí queremos seguir recordando a tantas y tantas personas como ellas que ofrecen su tiempo libre o, incluso, su vida por ayudar a los demás.
Hasta siempre
Patricia Blanco Ongil
Estaba oscureciendo y ya casi no se podía ver. El campo de refugiados empezó a llenarse de miles de luces de las velas de cada cabaña. Mi compañera y yo, Neus, pusimos fin a un duro día de trabajo. Estábamos muy cansadas, por lo que comimos algo y nos fuimos a nuestra cabaña. No era muy amplia, tenía lo necesario: dos camas con una mesilla cada una, un pequeño escritorio, un armario no muy grande y un baño al que se accedía por una puerta, en el cual había un váter y un lavabo con un pequeño espejo. Nada de aquí en el campo de refugiados de Kenia era muy lujoso. Antes de dormirme, me lavé. Cuando acabé Neus ya se había dormido. Iba a meterme en la cama, cuando de repente oí un ruido procedente del exterior. Era muy extraño, todos a estas horas estarían durmiendo. Decidí salir a investigar. Cogí una vela, me abrigué y salí fuera a ver qué pasaba. Estaba echando un vistazo por los alrededores y escuché un grito. Era Neus. Fui corriendo a ayudarla. Al entrar en la habitación no estaba. Me giré y encontré ante mí un hombre fornido, alto, de pelo castaño con los ojos marrones. Antes de darme cuenta, me agarró y me desmayé. A lo mejor me sedó, no sé. Pero desde que le vi, no recuerdo nada. Hasta que me desperté con los rayos del sol que se colaban por la ventana de un cobertizo. A mi lado hallé a Neus que estaba atemorizada. Al girarme vi dos hombres, uno el que me cogió. El otro, un hombre alto, fornido, de ojos verdes y pelo claro, seguramente fue el que trajo aquí a Neus, porque no vi a nadie más. El hombre de pelo castaño estuvo haciendo guardia fuera toda la noche, mientras el otro nos vigilaba, no sé por qué, si estábamos atadas. A la mañana siguiente nos dieron algo de comer nada más despertarnos. Por lo menos no moriríamos de hambre. Pasó una semana y Neus estaba cansada de nuestra situación, quería escaparse. Intenté convencerla de que era una locura, pero no quiso escucharme. Me preguntó que si la acompañaba y yo le dije que no. Durante toda esta semana había conseguido una cuchilla no sé cómo, así que se cortó las cuerdas y cuando los dos hombres no estaban en el cobertizo, salió a la selva en busca de ayuda. Antes de irse me dijo:”Volveré, no voy a dejarte en este sitio”. Estaba muy preocupada por ella, en estos diez meses que llevábamos cooperando con Médicos Sin Fronteras, nos habíamos hecho muy amigas. Me puse muy nerviosa solo de pensar que podría pasarle algo. Para relajarme intenté dormir. Pero los gritos de Neus me despertaron. Al instante aparecieron los dos hombres con Neus arrastras. Mi corazón empezó a latir muy deprisa, por miedo a lo que la pudieran hacer por su imprudencia. El hombre de ojos verdes empezó a pegarle en la cara y en el estómago. Mientras el otro me sujetaba la cabeza para que viera lo que le estaban haciendo a mi amiga. Cuando por fin creía que iban a dejarla en paz, comenzó a quitarle la ropa. Y la violó. Solo podía oír los gritos de dolor de Neus. Me sentía fatal al no poder hacer nada por ella. Por lo que les supliqué que parasen. Al fin paró. El otro me soltó y corrí a abrazarla. No podía moverse, por lo que la cogí entre mis brazos como pude y la acuné, hasta que abrió los ojos y me dijo:”Siento mucho no haberte hecho caso, perdóname”. Con un gesto tranquilizador, me sonrió y se durmió. Su cuerpo estaba hecho polvo. Su vida corría peligro. Al amanecer, me desperté y encontré a Neus muy grave a mi lado. Los dos hombres habían desaparecido, no quedaba ninguna de sus pertenencias. Entonces me arrodillé junto a Neus para darle la buena noticia. Casi no respiraba, por lo que la tomé el pulso. Era muy débil. No sabía qué hacer. Salí fuera a pedir ayuda. Estuve como una hora pidiendo auxilio, y no obtuve ninguna respuesta. Así que regresé junto a Neus. Se había despertado. La cogí entre mis brazos y me dijo:”Ha sido un placer conocerte, Elsa”. Tras estas palabras, la luz de sus ojos se apagó para siempre. Cerré sus párpados a la vez que mis ojos se llenaron de lágrimas. Estuve sosteniéndola entre mis brazos un largo rato, hasta que oí el ruido de un helicóptero. No me moví de donde estaba. Seguía obnubilada llorando desconsolada abrazando el cuerpo inerte de Neus. Lo único que recuerdo es que estaba en el helicóptero con el cadáver de Neus. El piloto nos llevó al campo de refugiados. Allí cogimos un avión que nos trajo de vuelta a Madrid. No me separé de ella hasta que estuvimos en el tanatorio. Solo vino su marido, Ricardo, con su hija, Sofía. Le conté lo que habíamos pasado y me agradeció que hubiera estado con ella en todo momento. Al día siguiente volamos hasta Barcelona, su ciudad natal, donde estaban sus familiares y donde seguro querría ser enterrada. En su lápida hay escrito:” Te recordaremos por siempre, como la gran heroína que fuiste. Tu marido, tu hija, tus familiares y amigos no te olvidarán jamás”. Al acabar el funeral, Ricardo me pidió que le echara una mano con Sofía durante una temporada. Yo acepté encantada. Tenía que ayudarles. No podía hacer otra cosa. Al final me trasladé a Barcelona a vivir con mi novio. Ahora mismo estoy en el hospital. Acabo de tener una niña preciosa a la que le he puesto de nombre Neus.



                                                         
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jueves, 10 de noviembre de 2011

DOS BUENAS NOTICIAS PARA RESPIRAR UN POCO

Necesitamos respirar un poco y creer que hay cosas buenas que ocurren a nuestro alrededor. Hace unos días los alumnos de 1º me decían: "Profe, los cuentos que estamos escribiendo son terribles ¿es qué no pasa nada bueno en el muno?" Buscando, buscando hoy he descubierto estas dos noticias que nos pueden dar pie para escribir cuentos que nos hagan confiar un poco más en la Humanidad.
Os dejo los enlaces para que las podáis leer e inspiraros.
http://www.larioja.com/v/20111110/espana/parada-tres-hijos-halla-20111110.html
http://www.eldiario24.com/nota/237436/video-dan-por-muerto-a-bebe-prematuro-y-lo-tiran-a-la-basura.html
También os añado otra noticia difundida hoy que nos habla de la lucha heroica de Jorge, un padre argentino, que ha estado durante 7años inventando sistemas que pudieran hacer que su hijo, Ivo, paralítico cerebral de nacimiento, pudiera andar. ¡Lo ha conseguido!
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domingo, 6 de noviembre de 2011

EL MUNDO ES UNA JUNGLA

Hace unos días nos horrorizamos con las imágenes de un brutal atropello múltiple de una niña en China y de la indiferencia de un montón de personas que pasaron a su lado. Imágenes como estas nos hacen dudar de la especie humana.Ha habido otras imágenes parecidas en los últimos días, también en China una mujer que caía de un puente sobre una autopista no era ayuda por NADIE, o en nuestra más próxima M-30, los ocupantes de dos coches atacaban salvajemente a los viajeros de otro ante la pasividad de un montón de automovilistas. SÓLO PODEMOS CONFIAR EN QUE LOS JÓVENES PODAMOS NO IMITAR ESTAS ACCIONES QUE SIN DUDA HACEN DEL MUNDO UNA JUNGLA.
Laura y Ana, impresionadas por la imagen de la niña china han escrito estas conmovedoras historias.
EL MAL DEL DESTINO
Laura Cano
Era una mañana cuando me dijeron que Yin-Yu iba a nacer. En mi familia todos estaban enojados conmigo, porque aún no me había casado.
Al padre le conocí con diecisiete años, y ahora hubiera preferido que no ocurriera. Trabajaba con mi padre en la fábrica de madera, los dos eran muy amigos y todo iba bien hasta que ocurrió lo que no debía...me enamoré de ShangFy. Él era un hombre sin preocupaciones, tendría unos treinta y cinco años y para mí representaba aquel espíritu de rebeldía que yo tanto ansiaba. Tenía los ojos oscuros es pelo negro y la tez pálida y aterciopelada y un magnetismo adjunto con un misterio indescriptibles... iba de acá para allá viajaba, conocía y se dedicaba a asuntos turbios, era para mí todo un sueño, me imaginaba una vida con él... y cuando él se fijó en mí  todo era hermoso, era un delicado juego entre el amor y la desesperación que a ambos nos embargaba producida por la soledad. Pero con el tiempo me di cuenta que aquella fidelidad había dado paso a la desconfianza y el amor eterno, al odio, yo tan solo era su último paño de lágrimas. Aquella era una relación llena de lo que pudo ser y no fue, llena de demasiadas apariencias y pocos sentimientos, demasiados regalos caros y demasiados pocos te quiero unidos a su inquebrantable inexpresividad. Yo presentía que no era la única, que había alguien más, pero me resignaba a ver la verdad... Cuando mi bebé y el de ShangFy iba a nacer, mi familia se avergonzaba de mí, para ellos yo era una deshonra y como consecuencia de ello me obligaron a marcharme de casa. Le pedí  a Shang que reconociera a su hijo, pero no lo hizo,sino que se desentendió y por aparente pena me dio unas  pocas monedas con las que supuestamente debería mantenerme.
Pasaron los meses y fui a la casa de mi tía, ella me dijo que si tenía un niño ella se lo quedaría y lo cuidaría haciéndolo pasar por suyo con la condición de que yo no lo vería jamás. Acepté ya que era lo mejor que tenía hasta el momento, así que ella me cuidó hasta que el caprichoso destino decidió que  debería nacer una niña, lo que significaba una deshonra aún mayor y a las dos semanas me tuve que marchar. Al principio no sabía a dónde ir pero luego decidí que era hora de irse a la gran ciudad así que me marché con Yin-Yu.
 Me costaron mucho las primeras semanas hasta que encontré un trabajo y convencí a una prima de mi madre para que sin que se enterara mi familia, cuidara de mi hija las horas que pudiera, y con el tiempo me establecí e hice de aquello mi nuevo hogar. Y con mucho esfuerzo fuimos mejorando, Yin-Yu ya tenía una pequeña cama para ella sola e incluso una noche al mes bajábamos al bar a comer un tazón de arroz con algo de verduras hervidas y unos pocos fideos. Hace tres semanas celebramos el cumpleaños de Yin-Yu, le regalé una muñeca(la primera), de color azul que tenía unos botones morados y un vestido rojo, pero no le duró mucho tiempo, porque de nuevo el destino se interpuso cuando todo parecía ir bien.
Esa mañana le tocaba a la prima de mi madre, Shashi, cuidar de mi niña que esa mañana no quería que me fuera a trabajar. Shashi al parecer estaba preparando fideos y limpiando unos muebles y cuando se quiso dar cuenta Yin-Yu no estaba, se había ido. Yo mientras tanto había salido a tomar el aire en un pequeño descanso del restaurante occidental en el que trabajaba, estaba comprando unos dulces para mi hija cuando vi una niña pequeña de dos años siendo atropellada por un coche, y otro...la gente miraba pero nadie iba a socorrerla, me quedé fijamente mirando y reconocí con horror aquella muñeca de trapo azul con un vestido rojo y botones lilas  y enseguida crucé corriendo la transitada calle. Cuando llegué allí estaba su pequeño cuerpecito pálido sangrando, su vestido naranja estaba roto y no se distinguía el color rosado de sus mejillas. La llevé rápidamente a lo más parecido que había a un hospital y trataron de reanimarla, pero no había nada que hacer. Los días siguientes han sido los peores de mi vida. El martes pasado fuimos a enterrarla a un cementerio, no precisamente de ricos pero por lo menos es un buen lugar para descansar, a su entierro tan solo fuimos yo, Shashi y otras personas más que eran del barrio. He soportado lo peor que se puede soportar, la he visto morir ¿por qué tal injusticia para ella?, la he querido desde el día en que abrió los ojos hasta el día en que los cerró y no puedo seguir recordando su cuerpecito sin vida, su risa apagada, sus ojos cerrados...
Muñeca de trapo
Amanda Panero
Yo…yo sólo quería mi muñeca, lo recuerdo muy bien y pasó hace tantos años. Cada vez que veo esas cicatrices en mi abdomen me acuerdo de mi muñequita de trapo, con las mejillas sonrojadas y su pelo rubio de lana. Era mi favorita.
Estaba acompañando a mi madre al mercado, no me gustaba ir, pero no podía dejarme sola, con sólo dos años tenía que ser su sombra. Mi madre quería comprar frutas, asique dejamos el carro justo en los puestos de en frente. Cruzamos la pequeña calle que estaba bastante concurrida por coches, motos y vehículos que llevaban y traían productos y mi madre se dispuso a comprar en cuanto encontró un espacio entre la multitud que se encontraba frente al puesto.
Cuando me giré, la vi, sola, en el suelo, con su pelo de lana grisáceo gracias a los pisotones que había recibido al caerse.
Cuando me dispuse a salvar a mi preciosa muñeca, no sé cómo pasó, pero no llegué a donde ella estaba. Sentí un fuerte golpe en la cabeza y nada más ocurrió. Cuando abrí los ojos de nuevo, me encontraba en un charco de sangre, viendo a la gente pasar indiferente.  Yo clavaba mi mirada en sus ojos inseguros, pidiéndoles ayuda de alguna forma. Según una cámara de seguridad que grabó lo ocurrido, pasaron más de doce personas a mi lado y ninguna me prestó el más mínimo auxilio. Gracias a ellos, a esas personas que no me ayudaron, tengo varios problemas respiratorios graves.
Pero hoy día, puedo decir que creo en los ángeles guardianes. Cuando ya no me quedaban ni dos respiros de vida, una señora, una desconocida, se dio cuenta de mi situación. Esa mujer, a la que no se vio nunca más, es mi ángel de la guarda. Sé que va conmigo allá donde voy.
Yo sé donde se resguarda esa mujer, donde habita su bondad que me cuida. En mi muñeca de trapo. Lo sé porque cada vez que sostengo esa muñeca que aún conservo, puedo sentir la misma vida que me dio ese ángel cuando yo me estaba yendo.
No recuerdo la cara de esa mujer, ni en el vídeo de la cámara de seguridad se distingue, por eso sé, que ella es mi ángel. Me dio su caridad cuando yo… yo sólo quería salvar a mi muñeca.

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¿Esperanza?

Ana ha vivido de modo muy especial su infancia al lado de su padre, Guardia Civil, ante la noticia del cese de la lucha armada de la banda ha necesitado compartir con nosotros sus pensamientos:

EL FIN DE ETA
                          
Como hija de un miembro de la Guardia Civil, he de expresar mi indignación ante la sucesión de “privilegios” que se van a dar a los integrantes del entorno etarra, cuando se observa de una forma objetiva, que el comunicado que han hecho publico los miembros de la banda terrorista, ha sido justo unas pocas semanas antes de la celebración de las próximas elecciones generales.
Mi padre ingresó en la Guardia Civil en el año 1990,  cuando eran habituales los atentados contra sus compañeros, o miembros de la Policía Nacional, del Ejército, etc.
Aún hoy recuerdo como mi padre, cuando íbamos a subirnos en nuestro coche, siempre se agachaba para ver si veía algo extraño en los bajos del mismo, a mi siempre me decía “vaya, que torpe soy, se me han vuelto a caer las llaves”, cuando en realidad estaba buscando una bomba.
Siempre me decía que cuando llegase una carta a nuestra casa a su nombre, que no la abriéramos, que ya lo haría el, que yo no comentara a nadie a que se dedicaba.
Cuando conocíamos a alguien, nunca podía decir cual era su trabajo, vocacional por encima de todo.
Desde que ETA nació en 1958, han sesgado la vida de 858 personas, creo que es un largo rosario de sangre y dolor como para que ahora en un par de días quieran que todo quede olvidado, sin vencedores ni vencidos, bueno si, vencedores ellos, como si no hubiese muerto ninguna de esas personas.
Unas personas que no se sienten españolas, que reniegan de su país, creo que no deben tener los privilegios que están solicitando.
Todo el mundo puede luchar por sus derechos, pero no a costa de la vida de los demás ni imponiendo chantajes o condiciones inasumibles por un Gobierno, por muchos votos que le puedan costar de cara a unas próximas elecciones.       
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