ERA UNA NOCHE TRANQUILA…
Patricia Blanco Ongil
Era viernes 13 de enero. Hacia unas horas que había anochecido, era noche cerrada. Todo parecía tranquilo. Mi novio, Lucas, y yo nos disponíamos a dar un paseo por la cubierta antes de ir a cenar. No había nubes, estaba el cielo muy despejado. El aire era suave, rozando agradablemente nuestras mejillas. Nadie pensaba que en poco tiempo algo horrendo iba a ocurrir. El barco se aproximaba a la isla de Giglio. Se podía ver al horizonte a poca distancia de la que nos encontrábamos. Serían las nueve de la noche cuando dejamos la cubierta para ir a cenar. Llegamos al bufet y nos servimos. Nos sentamos en una mesa no muy lejos de la puerta, pero sí pegada a la ventana desde la cual veíamos la isla de Giglio cada vez más cerca de nosotros. Estábamos comiendo cuando las luces se apagaron. Al principio yo pensé que había sido un simple apagón, pero después de lo que vivimos a continuación, esta conclusión cambió mis pensamientos. Las luces seguían apagadas y había muchos niños llorando porque tenían miedo ante la situación de tanta oscuridad presente. Algunos tripulantes del barco aparecieron con muchas linternas para decirnos que solo había sido un apagón, que pronto lo solucionarían y que mantuviéramos la calma, que no había de que preocuparse. Ante esta comunicación todo el mundo empezó a tranquilizarse. Las luces volvieron y todo el mundo hizo como si no hubiera sucedido nada, pero en el fondo todos estaban preocupados por si nos habían engañado y en realidad sí había sucedido algo importante. Pero aún así todos seguimos con la cena, charlando plácidamente.
Terminamos de cenar, íbamos a irnos al camarote a descansar y de repente me dio un pequeño mareo. Así volvimos otra vez a la cubierta. Estábamos fuera y me senté en unos de los bancos que había. Me quedé mirando al horizonte cuando un golpe nos zarandeó hasta hacernos caer al suelo. Nos levantamos del suelo tan rápido como nos fue posible. Otra vez hubo gritos de confusión entre la gente que había cerca de nosotros. Pero todos se callaron al oír la voz del capitán por megafonía. Lo único que dijo fue: “Queridos turistas, estén tranquilos, no ha pasado nada, solo ha sido un golpe brusco al detener el barco, mantengan la calma y por seguridad pónganse los chalecos salvavidas que encontraran en sus respectivos camarotes, sitúense cerca de la superficie por si hubiera que evacuar el barco. Eso es todo, ya les iremos informando de lo que vaya sucediendo”. Ante este mensaje se generó mucha inquietud en el barco. Casi todo el barco estaba corriendo a sus habitaciones a por los chalecos salvavidas. Lucas y yo llegamos al camarote, cogimos los chalecos y siguiendo las órdenes del capitán subimos otra vez a cubierta, para estar cerca de la superficie, por si hubiera mucha gente por los pasillos y nos imposibilitaran la salida al exterior. Hubo gente que tenía tanto miedo que se encerró en sus habitaciones y allí estuvieron cuando sucedió todo. Volvimos a escuchar al capitán por megafonía. Pero esta vez su voz estaba quebrada. Se notaba cierta preocupación en su voz. Nos dijo: “Sentimos informarles de que hemos chocado contra una roca que desafortunadamente no aparecía en nuestros mapas. Esto ha provocado la abertura de una grieta bastante amplia en un lateral del barco. El agua acaba de empezar a inundar las plantas menores. Les pido que vayan yendo a los botes salvavidas manteniendo la calma en todo momento”. Tras estas palabras todo el mundo se lanzó a los botes. Otros se lanzaron al agua. Lucas y yo nos sentamos en un bote. Este empezó a descender al nivel del mar. Al rozar el agua, una mujer se lanzó desde la parte superior del barco y nos golpeó a todos los que estábamos en ese bote. Al caer la mujer me dio un golpe en el costado y caí al agua. Solo oía gritos de personas desesperadas que se arrojaban por la borda. En ese instante escuché la voz de Lucas que me llamaba. Justo nada más oírle mis ojos se cerraron sumiendo en un profundo sueño. Desde ese momento no recuerdo nada, ya que perdí el conocimiento, hasta que me desperté en el hospital. A mi lado estaba Lucas observándome, puesto que habían pasado dos días desde que me hospitalizaron. Me contó todo lo que había pasado desde que me recogieron del agua. Al llegar a la orilla de la isla no podía respirar y mi pulso era muy débil. Me llevaron al hospital y allí me reanimaron. Ahora mismo me encuentro todavía hospitalizada en el hospital. El pulso de mi corazón sigue bastante frágil y el golpe que me produjo la mujer me ha fracturado un par de costillas. Pero no es nada serio. En un par de días me darán el alta médica.
NO ME DIGAS ADIOS
Laura Cano
Era la primera vez que iba a algo así, mi economía no se permitía este tipo de cosas, y a los tres nos hacía mucha ilusión ir a ese crucero por Italia que nos había tocado en un sorteo. Mi madre decía que estas cosas por un lado traen suerte y por otro no así que ella auguraba una especie de cataclismo...Me reía de solo pensarlo...El transatlántico en el que íbamos era muy lujoso, tenía un gran salón, con un bonito piano y música en directo por las noches,pero mi corazón se sentía solo. Pero permitidme que me presente, mi nombre es John y soy de esos a los que la vida trata bien a ratos. Todo transcurría normal, las noches temáticas habían sido entretenidas yo ya había aprendido a jugar al billar. Pero una noche el destino decidió portarse bien conmigo y me permitió reencontrarme con Amanda. Todo ocurrió en la noche temática ibicenca, su vestido blanco de bordados ingleses contrastaba conn su melena pelirroja, una sandalias romanas dejaban al descubierto su tatuaje en el tobillo y una flor azul hacía juego con sus ojos. La invité a una copa, la conversación era agradable y a los pocos días hubiera jurado que no nos habíamos separado. Para mí no era muy emocionante el reencuentro, estoy curado en cuanto a sensibilidades pero juraría que había algo especial entre ella y yo.
Ya era la penúltima noche que nos quedaba , esa noche íbamos a pasar al lado de la isla de Capri. Aquella noche yo y Amanda tuvimos una fuerte discusión, porque yo, dicho de manera suave, no era excesivamente entregado y me distraigo con facilidad y ahí decidimos separarnos. La cena de aquella noche fue solitaria y la comida era demasiado exquisita para la ocasión pero el Martini seco no estaba del todo mal; la noche estrellada me hacía algo de compañía. Salí a la terraza, y di un paseo por la cubierta, donde un grupo de marineros comentaban algo sobre la isla y sobre el faro. De repente empezaron a lanzarse cohetes de colores que explotaban en el cielo y hacían de aquella noche algo más colorida de lo que ya estaba siendo. Les oí decir que uno de los marineros a bordo era de la isla y que iban a acercar algo más el barco a la orilla para saludar. A los pocos minutos se oyó un estruendo muy fuerte y el barco se paró lentamente mientras por debajo el mar lo abría por la mitad como ocurrió con el Titanic.
Un miembro del personal nos dijo que el barco se estaba hundiendo pero que no corriera el pánico, y como siempre en estas ocasiones ocurre lo contrario. El barco se empezó a ladear y se oía como se desplomaba aquel gran gigante, las plantas inferiores empezaban a hundirse y yo enseguida fui a buscar a Amanda , empezaron a surgir explosiones y el barco cada vez se hundía más, de repente reconocí a lo lejos un chaqueta de color rosa palo que estaba cerca de una pared, en efecto era Amanda que estaba sentada en el suelo cubierto por el agua, despertó a los pocos segundos y salió de allí corriendo. En seguida fuimos a buscar su móvil que se había quedado en el bar, yo dejé que entrara a por él y cuando salía una explosión producida por el alcohol del bar acabó con su vida, era el cuerpo de Amanda el que estaba allí tirado en el suelo, la cara no era reconocible, pero aquella era su ropa, y el tatuaje en el tobillo hizo que no me quedara duda. Apesar de que yo quería quedarme y despedirme de ella salí a la cubierta donde el personal aseguraba que todo estaba bajo control mientras el capitán del barco abandonaba y huía en una balsa que se veía a lo lejos. Después yo y algunas personas más intentamos coger un bote pero la inclinación del barco nos lo impedía.
Finalmente tuvimos que coger un chaleco y nos lanzamos al agua, nadé hacia la orilla; me fatigaba y tenía que parar pero cuando un barco se hunde te absorve y dos horas más tarde llegé a la arena de la orilla. Estuve varias horas mirando las estrellas tendido en la arena, sin decir nada, ni una palabra, mi cara continuaba igual que la luna de aquella noche y tan solo pensaba en todo lo que pude haberle dicho a Amanda, no me pude despedir de ella, no le dije lo que quería, no le dije que nunca le había dejado de querer, no pude oir su voz una vez más... La vida nos lleva y nos trae, por eso Amanda en tiendo que no me esperes, pero por favor no me digas adiós.
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