domingo, 6 de noviembre de 2011

EL MUNDO ES UNA JUNGLA

Hace unos días nos horrorizamos con las imágenes de un brutal atropello múltiple de una niña en China y de la indiferencia de un montón de personas que pasaron a su lado. Imágenes como estas nos hacen dudar de la especie humana.Ha habido otras imágenes parecidas en los últimos días, también en China una mujer que caía de un puente sobre una autopista no era ayuda por NADIE, o en nuestra más próxima M-30, los ocupantes de dos coches atacaban salvajemente a los viajeros de otro ante la pasividad de un montón de automovilistas. SÓLO PODEMOS CONFIAR EN QUE LOS JÓVENES PODAMOS NO IMITAR ESTAS ACCIONES QUE SIN DUDA HACEN DEL MUNDO UNA JUNGLA.
Laura y Ana, impresionadas por la imagen de la niña china han escrito estas conmovedoras historias.
EL MAL DEL DESTINO
Laura Cano
Era una mañana cuando me dijeron que Yin-Yu iba a nacer. En mi familia todos estaban enojados conmigo, porque aún no me había casado.
Al padre le conocí con diecisiete años, y ahora hubiera preferido que no ocurriera. Trabajaba con mi padre en la fábrica de madera, los dos eran muy amigos y todo iba bien hasta que ocurrió lo que no debía...me enamoré de ShangFy. Él era un hombre sin preocupaciones, tendría unos treinta y cinco años y para mí representaba aquel espíritu de rebeldía que yo tanto ansiaba. Tenía los ojos oscuros es pelo negro y la tez pálida y aterciopelada y un magnetismo adjunto con un misterio indescriptibles... iba de acá para allá viajaba, conocía y se dedicaba a asuntos turbios, era para mí todo un sueño, me imaginaba una vida con él... y cuando él se fijó en mí  todo era hermoso, era un delicado juego entre el amor y la desesperación que a ambos nos embargaba producida por la soledad. Pero con el tiempo me di cuenta que aquella fidelidad había dado paso a la desconfianza y el amor eterno, al odio, yo tan solo era su último paño de lágrimas. Aquella era una relación llena de lo que pudo ser y no fue, llena de demasiadas apariencias y pocos sentimientos, demasiados regalos caros y demasiados pocos te quiero unidos a su inquebrantable inexpresividad. Yo presentía que no era la única, que había alguien más, pero me resignaba a ver la verdad... Cuando mi bebé y el de ShangFy iba a nacer, mi familia se avergonzaba de mí, para ellos yo era una deshonra y como consecuencia de ello me obligaron a marcharme de casa. Le pedí  a Shang que reconociera a su hijo, pero no lo hizo,sino que se desentendió y por aparente pena me dio unas  pocas monedas con las que supuestamente debería mantenerme.
Pasaron los meses y fui a la casa de mi tía, ella me dijo que si tenía un niño ella se lo quedaría y lo cuidaría haciéndolo pasar por suyo con la condición de que yo no lo vería jamás. Acepté ya que era lo mejor que tenía hasta el momento, así que ella me cuidó hasta que el caprichoso destino decidió que  debería nacer una niña, lo que significaba una deshonra aún mayor y a las dos semanas me tuve que marchar. Al principio no sabía a dónde ir pero luego decidí que era hora de irse a la gran ciudad así que me marché con Yin-Yu.
 Me costaron mucho las primeras semanas hasta que encontré un trabajo y convencí a una prima de mi madre para que sin que se enterara mi familia, cuidara de mi hija las horas que pudiera, y con el tiempo me establecí e hice de aquello mi nuevo hogar. Y con mucho esfuerzo fuimos mejorando, Yin-Yu ya tenía una pequeña cama para ella sola e incluso una noche al mes bajábamos al bar a comer un tazón de arroz con algo de verduras hervidas y unos pocos fideos. Hace tres semanas celebramos el cumpleaños de Yin-Yu, le regalé una muñeca(la primera), de color azul que tenía unos botones morados y un vestido rojo, pero no le duró mucho tiempo, porque de nuevo el destino se interpuso cuando todo parecía ir bien.
Esa mañana le tocaba a la prima de mi madre, Shashi, cuidar de mi niña que esa mañana no quería que me fuera a trabajar. Shashi al parecer estaba preparando fideos y limpiando unos muebles y cuando se quiso dar cuenta Yin-Yu no estaba, se había ido. Yo mientras tanto había salido a tomar el aire en un pequeño descanso del restaurante occidental en el que trabajaba, estaba comprando unos dulces para mi hija cuando vi una niña pequeña de dos años siendo atropellada por un coche, y otro...la gente miraba pero nadie iba a socorrerla, me quedé fijamente mirando y reconocí con horror aquella muñeca de trapo azul con un vestido rojo y botones lilas  y enseguida crucé corriendo la transitada calle. Cuando llegué allí estaba su pequeño cuerpecito pálido sangrando, su vestido naranja estaba roto y no se distinguía el color rosado de sus mejillas. La llevé rápidamente a lo más parecido que había a un hospital y trataron de reanimarla, pero no había nada que hacer. Los días siguientes han sido los peores de mi vida. El martes pasado fuimos a enterrarla a un cementerio, no precisamente de ricos pero por lo menos es un buen lugar para descansar, a su entierro tan solo fuimos yo, Shashi y otras personas más que eran del barrio. He soportado lo peor que se puede soportar, la he visto morir ¿por qué tal injusticia para ella?, la he querido desde el día en que abrió los ojos hasta el día en que los cerró y no puedo seguir recordando su cuerpecito sin vida, su risa apagada, sus ojos cerrados...
Muñeca de trapo
Amanda Panero
Yo…yo sólo quería mi muñeca, lo recuerdo muy bien y pasó hace tantos años. Cada vez que veo esas cicatrices en mi abdomen me acuerdo de mi muñequita de trapo, con las mejillas sonrojadas y su pelo rubio de lana. Era mi favorita.
Estaba acompañando a mi madre al mercado, no me gustaba ir, pero no podía dejarme sola, con sólo dos años tenía que ser su sombra. Mi madre quería comprar frutas, asique dejamos el carro justo en los puestos de en frente. Cruzamos la pequeña calle que estaba bastante concurrida por coches, motos y vehículos que llevaban y traían productos y mi madre se dispuso a comprar en cuanto encontró un espacio entre la multitud que se encontraba frente al puesto.
Cuando me giré, la vi, sola, en el suelo, con su pelo de lana grisáceo gracias a los pisotones que había recibido al caerse.
Cuando me dispuse a salvar a mi preciosa muñeca, no sé cómo pasó, pero no llegué a donde ella estaba. Sentí un fuerte golpe en la cabeza y nada más ocurrió. Cuando abrí los ojos de nuevo, me encontraba en un charco de sangre, viendo a la gente pasar indiferente.  Yo clavaba mi mirada en sus ojos inseguros, pidiéndoles ayuda de alguna forma. Según una cámara de seguridad que grabó lo ocurrido, pasaron más de doce personas a mi lado y ninguna me prestó el más mínimo auxilio. Gracias a ellos, a esas personas que no me ayudaron, tengo varios problemas respiratorios graves.
Pero hoy día, puedo decir que creo en los ángeles guardianes. Cuando ya no me quedaban ni dos respiros de vida, una señora, una desconocida, se dio cuenta de mi situación. Esa mujer, a la que no se vio nunca más, es mi ángel de la guarda. Sé que va conmigo allá donde voy.
Yo sé donde se resguarda esa mujer, donde habita su bondad que me cuida. En mi muñeca de trapo. Lo sé porque cada vez que sostengo esa muñeca que aún conservo, puedo sentir la misma vida que me dio ese ángel cuando yo me estaba yendo.
No recuerdo la cara de esa mujer, ni en el vídeo de la cámara de seguridad se distingue, por eso sé, que ella es mi ángel. Me dio su caridad cuando yo… yo sólo quería salvar a mi muñeca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario