lunes, 10 de octubre de 2011

El 3 y 4 de octubre estrenamos el mes con una noticia que nos inspiró cuentos tiernos pero muy muy tristes.

Fue muy difícil elegir un cuento de los muchos que nos inspiró la terrible noticia de una madre, a punto de dar a luz, que es tiroteada sin que exista una razón que pueda explicar el drama. Su bebé fue traído al mundo después de su muerte pero un día después le siguió en el fatal desenlace. Yuliana nos conmovio son su historia.

Ángel
Yuliana Arratea Martín (4º A)
La tristeza acabará con mi corazón...Recuerdo un día en particular que cambió realmente mi vida y marcó un antes y un después en mi ser.

Toda mi vida he sido una persona a la que sólo le importaba sí mismo, vivía para el trabajo, lo que pasase a mi alrededor me daba igual siempre y cuando no se interpusiese en mi camino, pero esto cambió el día que comprendí por qué había venido al mundo.
Serían las ocho de la tarde, el sol se despedía tras habernos iluminado con su cálida luz y la luna aparecía tímidamente en el firmamento…
no soy una persona muy creyente, pero accedí a acompañar a mi madre a la iglesia, para según  ella “limpiar mi alma”.
Mientras esperábamos al sacerdote, irrumpió en la iglesia un hombre de ropa raída, estatura media, mirada perdida, con odio en los ojos, consumido por sí mismo. Recorrió el pasadizo con ligeros pasos. Con la cabeza agachada, mirando al suelo, y sin articular palabra alguna se quitó la cazadora de marca desquebrajada y oliendo a licor, y la dejó caer. En su cintura poseía la muerte. Recuerdo que mis latidos se detuvieron durante varios segundos en los que sólo tuve miedo. Cogió aquella pistola y alzándola lentamente apuntó a una mujer inocente escondida entre las sombras. No dejaba de llorar y apenas podía hablar…pedía compasión por su alma, arrodillada ante él. En su mirada se reflejaba  tanto miedo que hasta la misma muerte huiría.
Sin más lugar a donde ir, esperó a que esa sombra desfigurada decidiese su destino. Hizo todo lo posible por salvarse pero él sujetó firmemente el arma y sin remordimientos apretó el gatillo…
Tras un estruendo se hizo el silencio. Todos estaban conmocionados, aún así nadie movió ni un dedo para ayudarla. El vacío se vio interrumpido por el grito de agonía de la madre de la mujer que yacía inconsciente, aquel extraño ser giró lentamente y sin dudarlo volvió a apretar el gatillo.
Súbitamente la mirada de odio que llevaba se disolvió, observó los cadáveres tendidos en el suelo y echó a correr despavorido. Abrió la puerta y tras cerrarla, unos segundos después, se oyó un disparo. Fue incapaz de asumir sus actos, se suicidó.
Atónito por todo lo que estaba pasando ante mis ojos, cogí el móvil y llamé a emergencias. Corrí hacia ellas para intentar socorrerlas. Tras unos minutos de espera, puerta tallada de madera barnizada, volvió a abrirse, esta vez entraba la esperanza. Una de las víctimas estaba embarazada, no pudieron hacer nada por ella ni por su madre, pero todavía quedaba luz para aquel pequeño que se encontraba en vientre.
-Tenemos que salvar a este niño cueste lo que cueste - decía el sanitario mientras profanaba el cuerpo de la madre para darle la vida a su pequeño.
Aquel  lugar lleno de tristeza se convirtió en un templo de armonía al ver al niño nacer. Sin tardar, se lo llevaron al hospital unas calles más abajo.
Horas después, aparecía en las noticias de toda la ciudad lo que había sucedido en la iglesia. El asesino no era un vagabundo, ni mucho menos, era un importante hombre de negocios que había perdido el juicio tras una vida llena de altibajos profesionales…Al escuchar esto reflexioné acerca de lo que estaba haciendo con mi vida, me di cuenta de que iba por el mismo camino, todo lo que tenía era material, mi trabajo ocupaba todo mi tiempo, apenas veía a mi madre que era toda mi familia, era la única a la que no había alejado del todo de mí.
En ese momento apagué el televisor y por primera vez hice algo que me dictaba el corazón, me puse en contacto con los sanitarios para saber el estado del bebé, quería hacerme cargo de ese indefenso ser, sabía que no iba a ser fácil pero necesitaba hacerlo, no tenía a nadie en el mundo, igual que yo.
Fue muy complicado pero después de una lucha constante pude hacerme con su custodia, por fin mi dinero había servido para algo útil.
Nunca me había hecho cargo de nadie, ni de mí mismo, por lo que pedí ayuda a mi madre para poder criarlo.
Lo llamé Ángel, porque me salvó, me dio una verdadera razón por la que vivir, él.

2 comentarios:

  1. guau! me encanta, es muy original! :)

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  2. me gustan especialmente las partes en las que te paras a describir la situación..y me gustan los adjetivos que usas

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